La vida nos premia con ser padres. Padres a tiempo completo y hasta el fin de nuestros días. Cuando tenemos un hijo las ilusiones crecen, las ganas de verlo día a día convertirse en una persona independiente con sus cualidades y su personalidad floreciendo es nuestro mayor anhelo. Nos volvemos admiradores de nuestros hijos, compañeros de sus logros y cómplices de sus sueños. Pero no nos damos cuenta en el momento en que ya crecieron, el instante en el que los absorbe el mundo con sus cosas materiales, el trabajo, el corre corre, las cuentas por pagar, las deudas que poco a poco se adquieren con los años y el estrés de ser adulto.
Cuando somos adultos el tiempo nos parece que va volando y no nos alcanza el día para todo lo que tenemos que hacer. Entonces nos damos cuenta que no le dedicamos el tiempo suficiente a nuestros hijos, nos sentimos culpables; por lo que hacemos un alto en el camino, nos decimos esto no puede pasar, tengo que dedicarles más tiempo, pronto van a crecer y ya no voy a poder pasar tiempo con ellos porque ya no van a querer, van a tener que estudiar, van a tener sus amigos y ya pasamos a un segundo plano. Por lo que empezamos a compartir más, nos vamos de vacaciones, jugamos aunque estemos cansados en fin lo logramos unos días hasta que de nuevo la rutina y el exceso de trabajo nos absorbe. Porque así es! Es la realidad y el tiempo en el que vivimos. Pero a duras penas sacamos tiempo para nuestros hijos, ahora el tiempo para nuestros padres? Para nuestros admiradores? Para nuestros compañeros de vida? Mañana, mañana, mañana. Y si el mañana nunca llega? Por eso es hora de hacer un alto en el camino y pensar que quiero hacer antes de que mis padres se vayan? Lo primero que pienso es: que sientan el amor y el agradecimiento por haber estado conmigo desde mi nacimiento, quiero estar ahí para ellos. No quiero que se vayan sintiéndose solos, aislados o abandonados. Que exagerado podría pensar? Yo los llamo, o voy una vez a la semana, pero, me he sentado con ellos y les he preguntado cómo se sienten? Que quieren? Qué necesitan? Cómo puedo ayudarlos? En algunos casos obtendrás respuestas sencillas, en otros casos no tanto, en otros casos te van a decir cosas que tal vez no puedes conceder, tal vez digan que quisieran que vivas con ellos, o que de vez en cuando te quedes con ellos, cada uno sabe si lo puede cumplir o no, la idea final es no tener remordimientos luego como seres humanos que somos. En algunos casos tendrán que tomar decisiones, que tal vez no estén muy de acuerdo pero con el tiempo entenderán que es para su bienestar y seguridad. Una persona que les ayude o acompañe en casa, el integrase a un centro diurno en el que puedan tener amigos y estar activos para regresar a descansar a sus casas, o vivir en una residencia especializada visitándolos y atendiéndolos de manera regular, son algunas de las opciones que se deben de ir trabajando conforme a la edad y a la necesidad de cada adulto mayor.
Si bien es claro el dicho “recogerás lo que siembres”, es tiempo de enseñarles a nuestros hijos el valor de nuestros padres, porque ellos aprenden con el ejemplo, porque ellos siguen tus pasos aunque sean adultos, porque tus hijos ven y aprenden como amas y te comportas con tus padres. Porque ese es el ciclo de la vida, los padres cuidan a los hijos y luego los hijos cuidan a sus padres, independientemente de lo que ellos necesiten: compañía, cuido en casa, centro diurno o residencia. El estar pendiente de ellos y el brindarles calidad de tiempo es la mayor satisfacción como hijos y así seguir siendo el orgullo de nuestros padres.